Talleres para la Mesa de Luz Nro 14

Luís Martínez
Quiero dar felicidad

Dispones siempre mi corazón para el Espíritu Santo, quien me colma de magnanimidad y sacia bondadosamente mi anhelo. Si así permanezco unido a ti, actúas en mí en todo instante; y el Padre, lleno de felicidad, me contempla desde lo eterno. El construye por mí la Ciudad de paz, la prometida Nación de Dios: "Habrá un solo rebaño y un solo Pastor, que conduzca todo hacia el Padre".
(Hacia el Padre, 157-9)


Ciento y pocos años antes de que el Padre Kentenich compusiera estas estrofas, el estadounidense Washington Irving manifestaba en una de sus obras: “Cuán fácil le resulta a un individuo magnánimo sembrar la alegría en torno a sí y cuán cierto es que un corazón bondadoso puede convertirse en una fuente de regocijo, alimentando las refrescantes sonrisas de todos quienes lo rodean!”
Lo que el pensador expresa en su humanismo, lo formula el sacerdote en su espiritualismo.
Para nuestro beneficio, la doctrina de nuestra Iglesia nos invita a unir permanentemente ambos aspectos de nuestro ser y sabemos que nuestro anhelo por engrandecer nuestra alma solamente se concretizará en la medida en que cultivemos el bienestar a nuestro alrededor, en que seamos fuente de frescura para todos; propulsores de la Nación de Dios.

Es bueno que, al respecto, nos contestemos:

Genero yo un ambiente cordial y ameno a mi alrededor?

Que oración diaria puedo proponerme, pidiendo a Dios que ensanche mi espíritu?