Talleres para la Mesa de Luz Nro 19

Luís Martínez
Quiero ser consecuente


Conoces aquella tierra, imagen fiel del cielo, ese reino de libertad tan ardientemente anhelado: donde la inclinación a lo bajo es vencida por la magnanimidad y la nobleza; donde los menores deseos de Dios comprometen
y reciben alegres decisiones por respuesta; donde, según la ley fundamental de amor, la generosidad siempre se impone victoriosa?
(Hacia el Padre, 602 a.p.)


El Padre Kentenich, como no deja de ser habitual en él, utiliza la contraposición como contundente instrumento pedagógico. Libertad personal y obediencia a los menores deseos de Dios – parece decirnos - van de la mano; es el relativismo valórico de nuestra cultura el que nos impele a pensar que solamente obtenemos libertad cuando hacemos lo que se nos antoja siendo la obediencia, por ende, una amarra que nos quita independencia.
Una vez asimilado esto, el acatamiento a la voluntad divina se convierte en una virtud para el camino de nuestra libertad.
A través de nuestros anhelos, de las personas y de los acontecimientos, Dios nos habla y en su luz debemos tomar nuestras decisiones.
La dificultad estriba, frecuentemente, en mantener lo decidido.
Es entonces cuando la magnanimidad y la generosidad deberán hacerse patentes. La fuerza para ser consecuentes y mantener lo dedidido requiere de ambas virtudes para vencer nuestra natural tendencia a dejar de lado planes y convicciones ante la mas leve complicación o – peor aún – cuando el hedonismo nos domina.
Es fundamental que nos observemos a nosotros mismos y nos hagamos las preguntas:

Ante la necesidad de tomar decisiones de toda índole; analizo las circunstancias a la luz de mi fe?

Cuánta capacidad tengo de llevar a cabo lo decidido?