Luís Martínez
Quiero ser fecundoAniquila, Señor, las secretas reservas que anidan en los ocultos pliegues del corazón y que son causa de que la actividad externa no alcance la fecundidad querida por Dios.
(Hacia el Padre, 297)
(Hacia el Padre, 297)
La estrofa precedente pertenece a la Tercera Caída de Jesús en el Via Crucis del Instrumento.
El Padre Kentenich hace alli incapie en nuestra falta de cooperación, que da lugar a que Su Reino decaiga.
Las profundamente arrigadas – y a veces no tan secretas - reservas de nuestros corazones, frecuentemente se relacionan con nuestro instinto básico de busqueda de bienestar que si en la animalia aseguran la sobrevivencia y por ende la continuidad de la especie, en la humanidad y en razón de nuestra capacidad intelectiva, se pueden convertir en causales de infecundidad apostólica.
Somos capaces de percibir la voz de Dios que nos convoca desde nuestro ambiente; nos mueven la emoción los sucesos que atestiguamos, pero la apatía - cuando no la pereza - impiden que nuestra voluntad se ponga en marcha.
Es saludable, entonces, que nos preguntemos:
Qué me esta pidiendo Dios que haga, ahora, en estos precisos momentos de mi vida?
Estoy resistiendome a entrar en acción? Por qué?