Talleres para la Mesa de Luz Nro 2

Luís Martínez
Quiero ser Tu Mensajero


A nosotros, que celebramos el sacrificio, danos revelar día a día, a un mundo lleno de miserias, las grandezas de Cristo. Sólo entonces nada podrá turbarnos; estamos como en una fortaleza, como una avecilla en su nido, seguros aún en las tormentas.
(Hacia el Padre,87-8)


Durante su estancia en el campo de concentración los sacerdotes que allí estaban no sólo sufrieron en la carne las privaciones más pavorosas. Su espíritu también se resintió con la ausencia de la Buena Palabra de la que eran mensajeros.

Ante ello, el Padre Kentenich, valiéndose de lo poco que disponía – papeles de envolver, trozos de cartón - pero, principalmente de lo mucho que en su interior contenía, compone la riquísima liturgia que se nos obsequia en el Hacia el Padre.

Leyendo el trecho del Ofertorio de la Misa del Instrumento pensemos que aquellos sacerdotes no sólo podrían haber rezado “celebramos el sacrifico” sino con toda justicia decir “celebramos y vivimos el sacrificio”. Ellos, en verdad, cargaban la cruz junto a Cristo y en la alabanza y revelación de Sus grandezas encontraban cobijamiento y seguridad.

Analicemos nuestra realidad de vida en comparación con la de ellos y respondámonos:


Cuál y de qué dimensión es mi cruz?

Cómo puedo – a imitación del Padre Fundador, con hechos – convertirme en Mensajero de Cristo y así conquistar la fortaleza que se nos ofrece?