Luís Martínez
Quiero que mi vida tenga finalidadAnimados por el Espíritu Santo, nos ponemos de rodillas y con júbilo alabamos a Cristo, quien, con ella [María], nos envía como instrumentos, para dar a los pueblos un nuevo destino.
( Hacia el Padre, 5)
Sísifo, triste protagonista menor de la mitología griega, fue castigado por los Dioses a la ceguera y al perpetuo acarrear cuesta arriba de una gran roca que, llegando a la cumbre, rodaba colina abajo.
El personaje fue adoptado por las corrientes de pensamiento deterministas, existencialistas y nihilistas, como el prototipo y ejemplo de la vida sin sentido final ni trascendencia que el hombre tendría en el universo.
Cada una de ellas aplicó - en mayor o menor escala - este principio unas veces al individuo, otras a toda la humanidad.
En oposición, el Padre Kentenich nos pone de rodillas animados, jubilosos y conscientes de nuestra importancia fundamental en los destinos de la creación.
Si vivimos a la luz del Ideal que Dios imprimió en cada uno de nosotros, jamás caminaremos a ciegas, sino perfectamente lúcidos tanto del sendero que trillamos como del punto de destino de nuestros afanes.
Muchas de las rocas que en la vida nos toque cargar, volverán a desplomarse hasta el fondo de la ladera pero, lejos de desanimarnos, seremos capaces de percibir la mano divina en los creadores efectos inesperados que surgirán, hasta en esa aparente adversidad.
Cada latido de nuestro corazón hace retumbar el universo.
Creo estar , como Sísifo, condenado a una vida rutinaria y sin sentido? O mi fe en la providencia de Dios me mueve a mejorar el mundo?