Talleres para la Mesa de Luz Nro 6

Luís Martínez
Quiero ser libre


Por manos de mi Madre recibe, Señor, la donación total de mi libertad soberana:
toma mi memoria, los sentidos, la inteligencia; recíbelo todo como signo de amor.
(Hacia el Padre, 386 )

En la estrofa que antecede, el Padre Kentenich nos enseña a entregar a Dios nuestra propia Libertad. Lo que nos debe llamar la atención es que la asocia a todo el ámbito de nuestra racionalidad: memoria para analizar el pasado; sentidos para perscrutar el presente e inteligencia para mejorar el futuro.
La Libertad pues, de la que habla, implica nuestra capacidad de ejecutar todos los pasos de la tarea intelectiva: percepción de la realidad, sano juicio, criterio de opinión, toma de decisión y realización de lo dispuesto.
El resultado final de todo este proceso es la Verdad y como el propio Jesús nos dijera: “…conocerán la Verdad y la Verdad os hará libres.”
Se cierra con ello otro círculo virtuoso más de los que tan acostumbrados nos tiene la pedagogía kentenijiana: entregamos nuestra libertad, se nos concede la Verdad y con ella somos renovadamente libres.
Qué implica esta entrega? Estudio, auscultación permanente de nuestro entorno, análisis constante y criterioso de toda información recibida (hasta la más absurda de las telenovelas puede considerarse como un sensor de la cultura si en ese carácter la examinamos).

A la luz de lo antedicho, respondámonos:

Cómo calificamos nuestra capacidad de observación de la realidad que nos toca vivir?

Qué áreas de mi intelecto debo enriquecer para sentirme verdaderamente Libre?