Luís Martínez
Quiero que me nazca JesúsEn el pobre y pequeño establo de Belén, das a luz para todos nosotros
al Señor del mundo. Tal como muestras al Niño a pastores y reyes y te inclinas ante El adorándolo y sirviéndolo, así queremos con amor ser siempre sus instrumentos y llevarlo a la profundidad del corazón humano.
(Hacia el Padre, 343)
al Señor del mundo. Tal como muestras al Niño a pastores y reyes y te inclinas ante El adorándolo y sirviéndolo, así queremos con amor ser siempre sus instrumentos y llevarlo a la profundidad del corazón humano.
(Hacia el Padre, 343)
Cuando en 1988 el recordado Papa Juan Pablo II se dirigía a los jóvenes reunidos con él en Asunción, les dijo que “la fe no es una cuestión de sentimientos, sino una cuestión de conducta”.
La misma idea central nos deja el Padre Kentenich en la reflexión del tercer misterio gozoso de su Rosario del Instrumento.
Más allá de la ternura y el deseo de paz y amor que – bienvenidos sean – nos embargan cuando nos encontramos frente al milagro del nacimiento del Niño Dios, sobre todo en épocas navideñas, es nuestro envío apostólico el que debe fortalecerse para, de modo instrumental, hacerlo crecer en lo hondo de los corazones de quienes nos rodean mediante nuestro comportamiento ejemplarmente bienhechor.
Meditémoslo y propongámonos algo concreto para llevarlo a la práctica.